Arthur Thompson y A. J. Strickland III, afirman que al profesor Charles Cragg, de la Universidad de Harvard, se le atribuyen los versos siguientes:
Un listo estudiante de administración
Intuyó muchas respuestas que no tenía.
Pero al conseguir trabajo,
Dijo con espanto,
“¿Cómo se ajustan mis respuestas a los hechos?”
Versos que según cuentan, le sirvieron para alertar sobre la necesidad de que los estudiantes de administración tuvieran contacto con la casuística, a fin que en el momento de tomar decisiones en situaciones reales, estuvieran preparados para hacerlo.
Si partimos de esta historia, nos será fácil entender la importancia que posee la casuística para la administración, ya que como veremos en esencia se trata de aprovechar uno de los métodos de investigación científica más antiguos con los que cuenta el hombre: La Analogía.
Así como contamos con la inducción, que nos permite conocer un principio general a partir de las observaciones o experiencias particulares; también contamos con la deducción que nos ayuda a analizar del modo inverso, es decir partiendo de un principio o proposición general, sacar conclusiones particulares. Pero sin duda el método que menos popularidad ha gozado es el de la analogía, que es el que utiliza la Medicina (a través del estudio de la sintomatología), el que utiliza la Astrología (que a partir de los movimientos de las esferas celestes en el cielo, prevé lo que pasa en la tierra) y, por último, el que utilizan los simuladores que capacitan a los operarios en el manejo de máquinas complejas de construcción (como es en la pantalla, pasa en la realidad); es decir se trata de un método de análisis de data antigua, que a partir de 1954, con la inquietud de Charles Cragg, se utiliza en la enseñanza de la administración. El llamado de atención sobre la necesidad de trabajar con la casuística, lo sustentó en un artículo que publicara con el sugestivo titulo: “Por qué la sabiduría no se puede contar” aparecido en El Método de Casos de la Harvard Business School [1]
La idea de Cragg, es que los libros de texto de Administración no tienen todas las respuestas prefabricadas para responder a las distintas situaciones que se enfrentan en la vida y en la praxis real, cuando el estudiante, ya convertido en gerente, tiene que dirigir una empresa. Por lo que debemos entender que los casos simulan situaciones reales, para que el estudiante, con la información que cuenta, y del modo más objetivo posible, tome decisiones también simuladas que por analogía, le sirvan cuando tenga que dirigir una organización.
Por ello es importante entender lo que afirmo cuando comento el trabajo de su compañera Tiziana Ammaturo: No todas las respuestas que se dan a un caso son válidas, lo serán sólo aquellas que de manera documentada (basada en información recibida o que se maneje) sustente del modo más objetivo el porqué de sus decisiones.
Como en la cátedra, en los casos no se trata de intuir las respuestas (sin menospreciar la intuición como forma de conocer el mundo), ya que nos puede pasar lo que le pasó a ese listo estudiante de administración, que cuando llegó al trabajo no supo que hacer para que sus respuestas, intuidas y no comprendidas, se ajustaran a los hechos. Tal como nos lo recita Charles Cragg.
[1] CRAGG, Charles, "Because Wisdom Can't Be Told", en The Case Method at the Harvard Business School, ed. M.P. Nair, Nueva York, Mc Graw-Hill, 1954, pag. 11.
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